Para cerrar el ritual con Elegguá deberás realizar un gesto inusual y posiblemente ridículo. Tienes que hacer un gesto, una mueca, algo que garantice que, si alguien te observara desde fuera, te consideraría un completo idiota. Cuanto más teatral sea tu cierre, más efectivo será. ¿Ponerte la ropa interior en la cabeza? ¿Bailar solo en la habitación? ¿Hacer muecas como las que haces a los niños? A ti la elección. Lo que importa es que te sientas estúpido. Que te sientas incómodo. Tienes que pensar de ti mismo “¿Pero qué estoy haciendo?”.
Este es el final perfecto para un ritual con Elegguá. Porque si no tienes el coraje de ser desinhibido, juguetón, impredecible, excéntrico, incluso cuando estás solo, no hay posibilidad de que puedas producir cambios drásticos en tu existencia. El cambio requiere de una energía histriónica, circense, loca, que debes ser capaz de activar dentro de ti. Poco a poco. Un paso a la vez. Empezando por una pequeña locura privada.